Sois muchos los que me preguntáis sobre las diferencias que hay entre tocar una pieza de piano leyendo la partitura e intentar sacar la pieza de piano directamente de oído.
Por un lado, el poder tocar una pieza musical a través de una partitura supone un importante avance, ya que permite que podamos interpretar una obra sin necesidad de haberla escuchado nunca, y ayuda sobre todo en la música para orquesta o conjuntos musicales.
De no haber partituras, sería prácticamente imposible ejecutar piezas muy complicadas en formatos de música de cámara con varios músicos, y habría que hacer muchos más ensayos para lograr un buen resultado.
Por otro lado, escuchando una pieza sin leer la partitura de la misma podemos descubrir muchas más cosas, además si escuchamos diferentes versiones de la pieza o canción aprenderemos con cada uno de los diferentes intérpretes de la misma. Cuando tocamos una pieza de oído estamos escuchándonos con más precisión, y aprenderemos a descubrir si nos hemos equivocado de notas o de tonalidad.
El gran problema de la educación musical es el intento de obligar a los niños y niñas a aprenderse nociones teóricas de la música y del lenguaje musical mucho antes de que aparezcan en el estudio de su instrumento. Este es un problema general del aprendizaje teórico, y destruye la curiosidad innata del ser humano: al secuenciar mal los contenidos se nos bombardea con respuestas a preguntas que no nos hemos hecho todavía.
Es interesante potenciar desde el principio de la educación musical el trabajo de escucha de melodías y canciones, adaptándolo al tipo de música que atrae a los alumnos, y a partir de ahí ir abriendo caminos a diferentes tipos de músicas. Si bien la música clásica es el camino en las enseñanzas oficiales de Conservatorio, no todos los niños tienen que aprender música empezando con música clásica. El interés por la música puede surgir a través de bandas sonoras de películas, música para videojuegos o música pop.